Un recorrido por las letras vallegrandinas

22 de Enero de 2024

 La Ciudad de Jesús y Montes Claros de los Caballeros de Vallegrande fue fundada en 1612 por don Pedro Lucio Escalante y Mendoza. Enclavada en los valles cruceños, en el centro de Bolivia, atesora entre sus hijos un selecto grupo de intelectuales y escritores, que desde sus ámbitos individuales, han construido parte de su patrimonio literario. Por diversas circunstancias, Vallegrande no posee una literatura como tal, ya que sus escritores responden a contextos especiales y no son producto de escenarios generacionales o coincidencias estilísticas. Diseminadas a lo largo del tiempo, sus letras guardan, sin embargo, una riqueza invaluable. Sus temáticas son tan variadas como sus estilos y pretensiones, y cada autor nos muestra su visión particular del mundo desde la sencilla mirada de un vallegrandino.

Ya sea a través de la investigación, la novela, el cuento, el teatro o la poesía, esos autores han erigido los pilares de las letras vallegrandinas, formando así el abanico literario ante el que nos encontramos.
Esta selección comienza con Manuel María Caballero. “La isla”, la primera novela boliviana según muchos entendidos en la materia, no solamente abre un camino para la literatura nacional, sino que con su aparición, la entonces Provincia aspirante a Departamento, logra posicionar su nombre a nivel nacional. Su valor solamente puede ser entendido en base a su legado histórico.

Adrián Melgar i Montaño, historiador.

 

En la asignatura de historia, Adrián Melgar i Montaño fue el encargado de recuperar los retazos y las vivencias de los últimos días de la colonia, así como las batallas y esperanzas de los primeros días de la República. Este religioso y entusiasta recolector de datos, recorrió el gran Vallegrande buscando testimonios, documentos y elaborando incluso los árboles genealógicos de muchos de los habitantes de los pueblos a los que llegaba. Gracias a él hoy conocemos más de nuestro pasado.

Hernando Sanabria Fernández, periodista, poeta, investigador vallegrandino.

 

Ya entrado el siglo XX, Hernando Sanabria Fernández comienza a trabajar arduamente en sus investigaciones, que han sido capitales para entender los procesos culturales e históricos, no sólo de Vallegrande sino de Santa Cruz y de Bolivia. Reconocido como un intelectual incansable, don Hernando nos ha dejado innumerables trabajos que hoy constituyen parte elemental en la edificación de la memoria histórica de nuestros pueblos. Pero a diferencia de sus estudios e investigaciones, su obra literaria ha sido poco difundida, y gran parte de sus escritos aún permanecen inéditos. El valor y la calidad de sus cuentos, así como de su poesía, también son parte de esa memoria histórica que don Hernando tanto se empeñaba en rescatar.
En la permanente transformación de las letras vallegrandinas, la poesía ha ocupado un lugar pequeño, pero privilegiado. Conocido en todo el país por su curiosa personalidad, P. Neftalí Morón de los Robles sigue siendo hoy en día objeto de estudio. Sus detractores recuerdan al poeta alucinado, mientras que sus seguidores continúan contemplando al genio incomprendido. Pero sus versos no mienten, demuestran por sí solos la pasión surrealista de Neftalí y esa abstracción que sólo un poeta es capaz de fundar.

En el género del teatro costumbrista, dos autores marcaron presencia con obras premiadas y valiosas, que hasta el día de hoy son representadas y elogiadas.

Pastor Aguilar Peña, dramaturgo vallegrandino.

 

Pastor Aguilar Peña fue el antropólogo que logró identificar y describir el carácter del vallegrandino promedio, adhiriendo sus costumbres y esa personalidad tan única al teatro de problemática social que hábilmente proyectó. Adhemar Sandoval Osinaga, en cambio, nos mostró las pasiones que genera el sencillo hecho de la procedencia geográfica, es decir, el simple orgullo de ser vallegrandino, que no es poco.

Para entender la vida en Vallegrande es imprescindible leer a Manuel Vargas. Este narrador se adentró es sus memorias, en sus vivencias personales para contarnos la complicada y a la vez maravillosa vida en el área rural de la Provincia. A través de su obra contemplamos al campesino, al hijo del campesino y a la mujer valiente, que trabajan arando el campo, recogiendo frutos y criando animales. Un paraje de otro tiempo, tan cercano como onírico.

En su momento, Gustavo Cárdenas Ayad fue la promesa de las letras vallegrandinas, y hoy se mantiene en la cima que su genio le ha otorgado. Su erudición, y sobre todo la manera de enhebrar sus historias, lograron que produjera obras inestimables tanto en el género del cuento como de la poesía. Se trata de uno de los escritores vallegrandinos cuyo estilo se ha consolidado desde su primera publicación. Leerlo siempre es un placer que descubre nuevas emociones, y desata el torrente de la memoria al doblar cada página.
El dialecto vallegrandino, esa adaptación del español antiguo, luego mezclado con el quechua, el guaraní y el chané, reluce desde lejos en la obra de Paz Padilla Osinaga. Pero no solamente se trata de la conservación o del rescate del habla popular, lo que Padilla logra es convertir el lenguaje en una poderosa herramienta para completar la estructura de su obra. Por eso lo entendemos, por eso también es nuestro.

Por último, un capítulo especial en el que se hacen dos excepciones al tenor de esta antología.
Por un lado, Óscar Gutiérrez Peña, uno de los poetas más sobresalientes de los últimos años, nacido en La Paz, pero de ascendencia vallegrandina. Su trabajo ha sido reconocido como un verdadero respiro de la poesía nacional. Por el otro lado tenemos a Federico Morón, un publicista, hijo de vallegrandinos, que se ha tomado en serio el Internet en general, y las redes sociales en particular. El humor de sus estados de Facebook muchas veces ácidos, se ha transformado en ingeniosos micro-relatos cuya temática podría identificar al vallegrandino moderno.
Ahora, es posible afirmar que la literatura de Vallegrande recién se está construyendo. Y sin duda alguna, se trata de un camino en el que sus primeros peregrinos han dejado señales claras de la dirección en la que hay que avanzar. El pueblo vallegrandino, a través de sus intelectuales y escritores, aún tiene mucho por decir y escribir.

Edson E. Hurtado Morón
Vallegrande, marzo de 2012

(Introducción del libro «Antología de las letras vallegrandinas»)

Fuente:   https://edsonhurtado.wordpress.com/libros/vallegrande/